Cuando hablamos de enojo, imaginamos inmediatamente al hombre que pelea desde su auto con el tránsito, o a la madre que le grita a su hijo por no obedecerla, o a los fanáticos que hacen ademanes violentos desde las gradas en un partido de fútbol… o hasta a ti mismo frunciendo el ceño y lanzando una mirada fulminante.
Las escenas de enojo no están sólo en los noticieros, están en la calle, en nuestro lugar de trabajo e, incluso, dentro de nuestros hogares. Y aunque el enojo sea natural en el ser humano, deja de ser aceptable cuando nos hacemos daño a nosotros mismos o a otros. ¿Es posible aprender a reconocerlo en nosotros como para asumir hacer los cambios necesarios, ya sea para salvar nuestra propia salud y la de quienes nos rodean? Veamos esto y algo más.